Mientras anoche comenzaba el capítulo final de mi serie favorita, intentaba esbozar este post. Llevaba todo el día repitiéndole al papá que había que meter quinta a partir de las ocho de la tarde, que es cuando empiezan los baños de los niños, las cenas, los cuentos, etc. Teníamos que lograr que estuvieran dormidos pronto para disfrutar de la velada televisiva.
Lo conseguimos. Atendidos los despertares intermitentes de las pequeñas de la casa, a las 22.45 horas me clavé frente a la televisión, lista para derramar lágrimas a porrillo con el desenlace de la serie y rezando para que el padre se durmiera también, así podría explayarme tranquila con mi emoción desenfrenada.
¿Pero que pasa cuando llevas todo el día derrapando, cenas y te sientas en el sofá? Pues que el sueño hace acto de presencia invitado, en gran medida, por esos intermedios interminables en los que creo que me da tiempo a limpiar, por lo menos, un par de dormitorios. No lo hice, por supuesto.
Y es que había sido un día muy completo. A primera hora, cita en el pediatra con revisión de las mellizas, después compra en el súper, farmacia, visita a la imprenta... Había sacado del maletero, montado y desmontado el carro gemelar, por lo menos, cinco veces.
Cuando acababa de dar a luz, me aseguré a mi misma que no saldría ni al tranco de la calle para evitar precisamente ese trajín. Pero después de llevar varios días encerrada en casa con los tres niños, necesitaba airearme y cambiar de escenario, aunque la visita más lejana fuera al parque.
Y es que el estrés, con tres, es duro sobre todo al principio y a mí me pilló a traición. Tras convertirme en madre de familia numerosa, inconscientemente quería seguir con mi vida de persona activa, que trabajaba fuera de casa, que está a mil cosas y que encima le gusta tenerlo todo más o menos controlado. ¡Olvídate de eso!, me dije un día, porque así sólo podría conseguir sentirme frustrada y me quitaría la oportunidad de disfrutar de esta nueva etapa.
Así que, con el tiempo, descubrí que lo mejor para combatir el estrés con tres niños pequeños es la organización, la instalación de rutinas y, sobre todo, el cambio de mentalidad. Cuando mantienes una actitud positiva y ves el lado bueno de las cosas, todo marcha mejor. ¡Ojo! no estoy idealizando la maternidad. Soy de la opinión de que no es un camino de rosas, que nos contaron mal el cuento y que la cosa se pone a veces muy cuesta arriba. Por eso, cuando la gente me ve con mi carro de mellizas por la calle y mi niño de cuatro años, y me lanzan las típicas preguntas de ¿Y cómo te apañas con los tres? o ¿Estarás muy liada, no?, la respuesta siempre es la misma: La verdad es que el trabajo se ha incrementado el doble, pero es lo que hay, me tengo que adaptar y crear ciertas rutinas para intentar llegar a todo lo importante. Y si no llego, no pasa nada, no soy 'Superwoman' ni quiero serlo. Hay que establecer prioridades para evitar ese estrés que me haga estar, como decimos por aquí, todo el día de malafollá.
Con esto no quiero decir que ni me queje ni me cueste trabajo hacer las cosas, como a todo el mundo. Es verdad que suelo organizarme bastante bien, pero a veces se pierden los nervios. Depende en gran medida de los estados de ánimo. Hay días en que las tareas me pesan como una losa, que hago las cosas sin ganas, que pongo de cenar salchichas por tercera noche consecutiva y que, al final del día, el baño de las niñas me parece ya como si tuviera que correr una carrera de diez kilómetros con salto de obstáculos. Son esos días malos en los que me dan ganas de dar un par de gritos para liberar estrés y quedarme en la gloria. No siempre estamos al 100%.
Pero al día siguiente, hay que empezar de nuevo con actitud positiva, buscando atajos que nos hagan la vida más fácil (de este tema, hablaré en otro post). Y pedir ayuda. Nosotros, por ejemplo, tenemos la suerte de poder contar con la ayuda de los familiares más cercanos, cuando nos hace falta en un momento determinado.
Así que, para aquellas mamis que se sientan agobiadas o estresadas tras la maternidad, les recomiendo que busquen una tarea que les ilusione y que les permita evadirse por un momento de la rutina. Buscad tiempo para quedar con las amigas, aunque sea con carrito incluido y al final siempre terminéis hablando de los niños, pero sólo con salir de casa y cambiar de ambiente, se despeja la mente. No pienses que no tienes tiempo. Siempre se puede cuando se quiere.
Lo conseguimos. Atendidos los despertares intermitentes de las pequeñas de la casa, a las 22.45 horas me clavé frente a la televisión, lista para derramar lágrimas a porrillo con el desenlace de la serie y rezando para que el padre se durmiera también, así podría explayarme tranquila con mi emoción desenfrenada.
¿Pero que pasa cuando llevas todo el día derrapando, cenas y te sientas en el sofá? Pues que el sueño hace acto de presencia invitado, en gran medida, por esos intermedios interminables en los que creo que me da tiempo a limpiar, por lo menos, un par de dormitorios. No lo hice, por supuesto.
Y es que había sido un día muy completo. A primera hora, cita en el pediatra con revisión de las mellizas, después compra en el súper, farmacia, visita a la imprenta... Había sacado del maletero, montado y desmontado el carro gemelar, por lo menos, cinco veces.
Cuando acababa de dar a luz, me aseguré a mi misma que no saldría ni al tranco de la calle para evitar precisamente ese trajín. Pero después de llevar varios días encerrada en casa con los tres niños, necesitaba airearme y cambiar de escenario, aunque la visita más lejana fuera al parque.
Y es que el estrés, con tres, es duro sobre todo al principio y a mí me pilló a traición. Tras convertirme en madre de familia numerosa, inconscientemente quería seguir con mi vida de persona activa, que trabajaba fuera de casa, que está a mil cosas y que encima le gusta tenerlo todo más o menos controlado. ¡Olvídate de eso!, me dije un día, porque así sólo podría conseguir sentirme frustrada y me quitaría la oportunidad de disfrutar de esta nueva etapa.
Así que, con el tiempo, descubrí que lo mejor para combatir el estrés con tres niños pequeños es la organización, la instalación de rutinas y, sobre todo, el cambio de mentalidad. Cuando mantienes una actitud positiva y ves el lado bueno de las cosas, todo marcha mejor. ¡Ojo! no estoy idealizando la maternidad. Soy de la opinión de que no es un camino de rosas, que nos contaron mal el cuento y que la cosa se pone a veces muy cuesta arriba. Por eso, cuando la gente me ve con mi carro de mellizas por la calle y mi niño de cuatro años, y me lanzan las típicas preguntas de ¿Y cómo te apañas con los tres? o ¿Estarás muy liada, no?, la respuesta siempre es la misma: La verdad es que el trabajo se ha incrementado el doble, pero es lo que hay, me tengo que adaptar y crear ciertas rutinas para intentar llegar a todo lo importante. Y si no llego, no pasa nada, no soy 'Superwoman' ni quiero serlo. Hay que establecer prioridades para evitar ese estrés que me haga estar, como decimos por aquí, todo el día de malafollá.
Con esto no quiero decir que ni me queje ni me cueste trabajo hacer las cosas, como a todo el mundo. Es verdad que suelo organizarme bastante bien, pero a veces se pierden los nervios. Depende en gran medida de los estados de ánimo. Hay días en que las tareas me pesan como una losa, que hago las cosas sin ganas, que pongo de cenar salchichas por tercera noche consecutiva y que, al final del día, el baño de las niñas me parece ya como si tuviera que correr una carrera de diez kilómetros con salto de obstáculos. Son esos días malos en los que me dan ganas de dar un par de gritos para liberar estrés y quedarme en la gloria. No siempre estamos al 100%.
Pero al día siguiente, hay que empezar de nuevo con actitud positiva, buscando atajos que nos hagan la vida más fácil (de este tema, hablaré en otro post). Y pedir ayuda. Nosotros, por ejemplo, tenemos la suerte de poder contar con la ayuda de los familiares más cercanos, cuando nos hace falta en un momento determinado.
Así que, para aquellas mamis que se sientan agobiadas o estresadas tras la maternidad, les recomiendo que busquen una tarea que les ilusione y que les permita evadirse por un momento de la rutina. Buscad tiempo para quedar con las amigas, aunque sea con carrito incluido y al final siempre terminéis hablando de los niños, pero sólo con salir de casa y cambiar de ambiente, se despeja la mente. No pienses que no tienes tiempo. Siempre se puede cuando se quiere.
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