Ir al contenido principal

Tradiciones con niños en El Valle: la Merendica

Si había un día del año, aparte de la noche de Reyes Magos, que los niños de mi pueblo esperábamos como agua de mayo ese era el Día de la Merendica o también llamado Jueves Lardero.  Es una de las tradiciones más antiguas que todavía se conserva en El Valle y en otros lugares de la provincia de Granada. Nosotros siempre la hemos celebrado y ahora que tengo niños ¡mucho más!

¿Pero en qué consiste? Bueno, la propia palabra ya os puede dar una pista. La Merendica se celebra siempre en el mes de febrero, el jueves anterior al Miércoles de Ceniza y su origen está en que ese día las familias marchaban al campo con sus cestas de mimbre donde llevaban las viandas que habían resultado de la matanza, como longanizas o salchichones, y un buen pan de hogaza dispuestos a darse un gran banquete. Tampoco podían faltar  los dulces o ‘chuches’ de la época como las pasas, los dátiles o los higos secos. Y para la merienda, la tortica de azúcar o de chicharrones.

Ese día se destinaba a comer todo aquello que en el ayuno de Cuaresma no se había podido. Además, era una jornada de diversión para padres y niños ya que se realizaban multitud de juegos al aire libre. Los niños con más edad se iban a correr ‘aventurillas’ por el campo y los más pequeños se montaban en el ‘mercedor’ que los padres construían en un árbol con una cuerda.

Ahora, los tiempos han cambiado y hay detalles de aquella merendica que han variado un poco. Pero aún se conserva el espíritu de convivencia familiar en un entorno natural, donde los niños olvidan la tele y las tablets para participar en juegos tradicionales como el corro y la comba; donde los padres se dedican a descubrir a sus hijos el paisaje que nos rodea con excursiones a nuestro entorno más cercano; donde el tiempo se detiene y nos hace recordar el verdadero espíritu del pueblo, de la tradición y de las ganas de volver a aquellos tiempos donde la vida era más sencilla, o al menos, cuando no iba tan deprisa. Y sobre todo, me da cierta tristeza al ver cómo mi vida de niña dista tanto de la que ahora viven nuestros hijos en cuanto a las actividades de ocio y diversión.

Por eso, siempre que puedo participar en este día, lo hago, y da igual que los niños estén aún muy pequeños, porque entre madres y amigas nos ayudamos. De hecho, las mellizas ya conocen esta tradición aunque aún no sean muy conscientes de ella. Alfonso es el que más disfruta. Ese día no hay cole, no hay prohibiciones en la comida, tampoco a la hora de ensuciarse, si quiere saltar en los charcos puede hacerlo, si quiere pintarse la cara y ponerse hasta las cejas de barro no hay problema. La tradición lleva implícito que todo esto está permitido.

Y es que yo recuerdo que mi madre me ponía la ropa más vieja que tuviera para el Día de la Merendica, porque de ahí iba a la basura. Por la mañana nos dedicábamos a hacer ‘aventurillas’ por la Arcilla, el Chorrillo, los Baños, el Pantano o el Castillo de los Moros, depende del lugar donde acampáramos. Después de comer hacíamos múltiples juegos, como ‘el pañuelo’, ‘la botella’, saltar a la comba o cantar canciones tradicionales. Y no parábamos de comer en todo el día. Cuando llegaba a mi casa ¡no había por dónde cogerme! Tenía tierra hasta en los oídos y los pantalones rotos por el culo de tirarme por los balates como si fueran toboganes. Caía rendida en la cama después del baño sin ni siquiera cenar. Claro, que no me hacía falta.

Hoy en día, la falta de tiempo y el gran abanico de actividades de ocio y diversión que existen para los niños nos impiden, de cierta forma, disfrutar de más días de la merendica. Pero, al menos, reservamos un día al año para conservar esta tradición y para mostrar a nuestros hijos un estilo de vida sano, natural y donde un niño puede encontrar lo más valioso para jugar: otros niños.

ACCESO A GALERÍA DE FOTOS






Comentarios

Entradas populares de este blog

El Valle de Lecrín con niños: la Ruta del Azahar

La primavera es sin duda la mejor estación del año para visitar El Valle de Lecrín. Para los que aún no tengan el privilegio de conocer esta zona, decir que El Valle de Lecrín es una comarca situada al sur de Granada y compuesta por un total de 17 pueblos repartidos en 8 municipios. En esta ocasión, me voy a centrar en el municipio de El Valle que dicho sea de paso es mi pueblo y que está compuesto por los núcleos de Melegís, Restábal y Saleres. En primavera, El Valle luce en todo su esplendor por tres motivos: el microclima especial que posee al estar situado en un valle, el paisaje con todos sus naranjos en flor y el olor que desprende el azahar y que embriaga a todo el que lo visita. Yo siempre digo además que los que vivimos en El Valle tenemos una situación privilegiada porque nos encontramos a media hora de Granada Capital y de la Costa Tropical, y a una hora aproximadamente de Sierra Nevada. Por este motivo son cada vez más las familias de Granada y del Área Metropolitan

El Valle de Lecrín con niños: el merendero de Béznar

Merendero de Béznar con columpios, mesas y barbacoas Aunque vivo en El Valle de Lecrín desde que nací, he de reconocer que todavía hay rincones de la comarca que aún no conozco. Son tantos sus recursos naturales y de esparcimiento que no dejo de descubrir cosas nuevas. El periodo de ‘descanso’ que me he tomado en el trabajo tras mi reciente maternidad múltiple me está permitiendo, paradójicamente, andurrear más con la familia el fin de semana buscando siempre esos componentes para que podamos disfrutar todos y, sobre todo, los niños.    

Ideas caseras para un bautizo

El pasado fin de semana celebramos el bautizo de las mellizas. Un bautizo singular ya de por sí, donde había dos niñas, dos madrinas y dos padrinos. Sin duda, una ocasión muy especial para toda la familia que quise completar con detalles muy originales y caseros.  ¿Os acordáis de las más de 40 latas de leche vacías que guardaba de las mellizas? Pues ya les he dado uso. Y lo estaba deseando porque me estaban invadiendo, literalmente. Tras pensar varias veces lo qué podía hacer con ellas, se me ocurrió la idea de convertirlas en el recordatorio del bautizo. Redecorar las latas no ha sido tarea fácil, ni rápida, y más cuando el tiempo libre escasea por esta zona. Pero me apetecía mucho hacerlo y por suerte he podido contar con la ayuda del papá y de las abuelas, que me han echado una mano. Busqué un papel pintado que fuera adhesivo y una cenefa de encaje. Ahora, como el tema de las manualidades está tan de moda, existe muchísima variedad de artículos, de todas las formas,