Cuando nos dijeron
que íbamos a tener mellizas, aparte del soponcio inicial que nos dejó en estado
de shock durante varios días, una de las cosas que más nos preocupaba era la
falta de espacio. Vivimos en una casa pequeña que, inicialmente, teníamos
organizada con 2 dormitorios y un cuarto destinado a trastero-zapatero y todo lo que quepa. Al llegar las niñas a casa,
Alfonso, ya con 4 años, dormía en su dormitorio y ellas, recién nacidas, en la
cuna que estaba en nuestro cuarto.
Hasta ahí todo
bien, pero el tiempo pasa, las niñas crecen y había que hacer un cambio. María,
una de las mellizas, dormía toda la noche del tirón y era la candidata perfecta
para dormir con Alfonso en el dormitorio ocupando la cama inferior de la litera.
Claudia seguía con los despertares nocturnos para comer, así que decidimos
dejarla en nuestra habitación. Pero la cuna ya se ha quedado pequeña para ella, a
pesar de que fue fabricada por el papi y es más amplia de lo habitual.
La única
alternativa pasaba por convertir el ‘cuarto desastre’ de la casa en el nuevo
dormitorio de Alfonso. Así las niñas podrían dormir juntas y el niño tendría su
propio espacio. Pero no lo voy a negar, al principio tenía mis dudas de
que la idea fuera funcionara, básicamente
porque veía la habitación extremadamente pequeña. Ahora no puedo estar más
contenta con el resultado. Además, lo hemos podido hacer en un tiempo exprés
porque tenemos la gran suerte de que papá de esto entiende un poco. Él ha sido
el artífice de su diseño, fabricación y montaje. Un gran acierto por su parte.
Y si me he animado
a escribir este post es porque la transformación de la habitación me ha
parecido tan espectacular que creo que puede servir de inspiración para
familias que tengan una situación similar. Es decir, que puedan aprovechar
alguna habitación más como dormitorio pero que no se atrevan por dudar de los
resultados.
Nuestro cuarto, en concreto, es bastante
pequeño. Mide unos 3 metros de largo por 1,80 de ancho. Pensamos un diseño en
el que se aprovechara al máximo el espacio de la habitación pero sin que
resultara demasiado cargado. En estos casos, todos los muebles deben estar
hechos a medida.
En la parte
frontal de la habitación se ha levantado un armario empotrado de suelo a trecho
con espacio para incrustar una cama de 90 cm. El armario tiene un altillo donde
guardo las cosas que menos usamos, unos módulos más amplios con baldas y una
barra para colgar chaquetas y camisas. Y en la parte inferior, un zapatero.
A la cama le hemos
puesto un cajón debajo para aprovecharlo como ‘almacén’, donde Alfonso ya ha
colocado todas sus equipaciones de fútbol para tenerlas más a mano.
Colocada la cama,
nos quedaban otros 90 centímetros para meter el escritorio. Este elemento eran más
que necesario porque Alfonso ya necesita su propio espacio para hacer los
deberes del cole. ¿Y cómo poner una mesa que no cortara demasiado el paso?
Decidimos hacer una tabla a medida atornillada a la pared y con escuadras móviles para abrirla y cerrarla según
la necesidad. Encima de ella hemos colocado una estantería a modo de librería. La
silla también debía de ser plegable, pero acolchada para que sea más cómoda. Y
a modo de juguetero, una antigua caja de madera en blanco.
Otra de las cosas
que me preocupaba a la hora de hacer la reforma de la habitación era reubicar
todas las cosas que tenía dentro, y que básicamente eran toallas, zapatos,
bolsos sábanas… Y no ha sido tarea fácil. Aunque he aprovechado para llenar un
par de sacos de basura con cosas que ya no tiene sentido guardar, todo lo demás
lo he recolocado en los otros armarios de la casa. Además, dos rincones que
quedaban libres en mi dormitorio son ahora un armario empotrado y un zapatero.
Y ya, a estas alturas, creo que no queda ningún rincón de la casa sin aprovechar
y es que cuando la necesidad apremia, la imaginación vuela.
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